Home  English La Boda de Wade y Cuca Next 
El 13 de junio de 2003, me casé con mi preciosa novia Amalia Gomez Sancha en Los Molinos, un pequeño pueblo en la sierra a unos 40 km de Madrid.  Me ha costado mucho trabajo encontrar a Amalia. Dos años y medio y 15 mil kilometros en bicicleta, pero ella merece todo el esfuerzo y más. Soy el hombre más afortunado del mundo.

La boda fue una ceremonia civil, breve y eficiente, que tuvo lugar en una noche de luna llena. Toda mi contribución a la operación fue pronunciar la palabra (la cual había estado ensayando durante meses). Pero los invitados, que saben lo terriblemente malo que soy con el español, apreciaron mi esfuerzo con un caluroso aplauso en el momento de mi actuación. La ceremonia fue presidida por el juez de paz/jefe de la estafeta de correos de Los Molinos.

Estos somos Amalia y yo con los padres  de Amalia, Amalia y Santiago, que hicieron de testigos oficiales en la ceremonia.
La parte del novio estuvo un poco escasa. Mi hijastra Noelle iba a venir desde Francia, pero en el último momento hubo una huelga general en Francia que paró todo el sistema de transporte público, así que Noelle asistió a la ceremonia a través del teléfono.
Las costumbres españolas en lo que se refiere al anillo son diferentes a las americanas. En América, la novia se lleva un anillo caro con diamantes incluidos y el novio se conforma con uno de latón o lo que se pueda comprar con el dinero que queda. En España, ambos contrayentes llevan anillos idénticos. Los españoles llevan los aros de matrimonio en la mano derecha, en vez de en la izquierda. A veces, los novios regalan a las novias anillos de compromiso y en ese caso, este anillo se lleva en la izquierda.

Los españoles no cambian el apellido de la novia. Los hijos llevan los apellidos del padre y de la madre y no suelen tener un segundo nombre propio. Conservan ese nombre para toda la vida. Por ejemplo, el padre de Amalia se llama Santiago Gomez Pintado, y su madre es Amalia Sancha Trueba.  Amalia se llama, por lo tanto, Amalia Gomez Sancha.  Hemos decidido seguir la costumbre española, porque yo creo que cambiarse de nombre es un poco tonto y anticuado. Yo estuve pensando cambiar mi nombre a Wade Gomez Sancha, pero eso me pareció igualmente absurdo.

Amalia tenía un ramo precioso que su amiga Mónica le regaló para la boda, pero en el último momento nos lo dejamos en la nevera de casa, así que Amalia tuvo que improvisar con las flores. (Nota de la traductora: Y aún no me he recuperado del disgusto...)
Tal vez hayáis notado que voy bastante mejor vestido que lo que es mi costumbre de ciclista. Le pedí a mi madre que me mandara mi traje bueno desde California. Y tuvo gracia que insistimos en que los invitados no se tomaran el trabajo de vestirse muy de boda... y nosotros aparecimos muy peripuestos. Algunos sostienen la teoría de que lo hicimos para asegurarnos que íbamos a ser los más elegantes del festejo. Esta foto nuestra no es particularmente  favorecedora, pero estas ceremonias requieren una cierta ración de tontería para que no sean demasiado serias.